martes, 14 de julio de 2009

Utopía. (Syntax ERROR: distopía)

Tosí exageradamente porque la señora sentada frente a mí parecía fumarola. Y es que aunque me molesten los fumadores, a veces los entiendo. Entiendo que chupen ese rollo de hojas de tabaco sólo para aliviar algo. Y es más, que lo chupen todo el día como si fuera una extensión de su boca y de su aire y de sus bolsillos. Es lógico, lo necesitan. Soy comprensiva, aunque igual tosa cuando fumen.

Volví a mirar distraídamente por la ventana con esa expresión adolorida, ausente, lejana, nostálgica y de toda ese línea de tristezas que se van acumulando en cada invierno. No eres tú. Pero tampoco yo. En realidad, las cosas estaban claras. Qué estúpido pensamiento. Comencé a mirar a otro lado, para disimular que algo me dolía. La señora sentada frente a mí había apagado el cigarro; escogió otro asiento, lo que me permitía ver su rostro. Qué ojeras. Pensé que respondía al perfil psicológico de un próximo suicida: jugaba nerviosamente con sus manos, como echando en falta el cigarro que apagó antes de que se consumiera por completo. Quizá tiene cáncer o alguna enfermedad crónica. O quizá le rompieron el corazón, o peor aun, nunca se lo han roto. O quizá tiene una hija que no sabe cómo encauzar. O tiene problemas en la pega, típico. Miraba a todas partes, a todas las caras, sin detenerse en ninguna. Salvo la mía. Me abrió los ojos y frunció los labios, con una expresión de enojo. Me preguntará si se me perdió algo, por metida. Desvié la mirada rápidamente y jugué con mi pelo, como si de pronto las mechas pegadas a mi cabeza fueran muy interesantes, dignas de toda mi atención. Me concentré en traducir la canción que escuchaba. "And won't you show us where your heart is?". Era realmente una contagiosa canción, pensé.

De pronto, reparé en la mirada clavada en mí. Subí la cabeza discretamente y encontré los ojos de la mujer. Y en ellos, una mirada perdida, sin destino ni sentimiento. Me puse rígida y me temblaron las manos. Nunca había visto nada así. Era difícil abstraerme de mi propio estupor y creer que lo que veía era cierto: cuencas completamente negruzcas, sin indicio de brillo o de color, se fijaban directamente en mí sin proyectar nada, sin poseer la forma común y corriente de los ojos del mundo. Entonces recordé, casi sin querer, esa alienación del ser humano. Ese estar fuera de sí que vivió Mersault, Demian, Winston, Montag, Raskolnikov... e incluso tú y yo. Esa desesperanza que se lee como mensaje subliminal en las películas que nos hacen reír. Ese salud que damos cuando tomamos Coca-cola y vemos ese lado fantásticamente adictivo y despreocupado de la vida, como si estuviésemos en un capítulo de Los Simpsons. Como si el ser indiferentes a nuestra propia ignorancia fuera un requisito para leer Cosmopolitan o Miss 17, o como si brindar por todo lo que no es una pregunta nos hiciera  más libres y más humanos.
Esta vez no pude desviar mi mirada, aunque me estremeciera. Observé a la mujer silenciosamente, tratando de colegir de sus aberturas gigantescas y vacías una respuesta a esa angustia que ambas compartíamos. Y es que bien lo sabía: yo era parte de su enfermedad crónica, de su corazón roto, era su hija y su falta de dinero. Y ella era mi madre ausente, mi desilusión y mi creer porfiadamente en lo imposible. Éramos parte de la otra, sin ser iguales. Sus ojos reflejaban los míos y viceversa.
Me paré súbitamente del asiento y me senté a su lado.
- ¿Me da un cigarro? - le pregunté en tono familiar.
Me miró ansiosa, al tiempo en que me extendía un cigarro de su mano pálida y arrugada.
- Ojalá no tosa. Al principio parece desagradable, pero luego se vuelve en una buena anestesia.
- Gracias - le respondí, mientras un atisbo de sonrisa aparecía en mi boca antes de sumergirse y perderse en el humo.








Si no despertamos
nunca sabremos la verdad.

4 comentarios:

  1. Tengo que decir que a mí sí me agrada bastante tu faceta de cuenta-cuentos (:
    Y que recordé, además, a un caballero que una vez vi en la micro y cuya mirada se me quedó grabada: tenía los ojos negros, más bien, de un café oscurísimo intenso, y sin ni un toque de brillo, completamente opacos.
    Así me imaginé a la fumadora (x
    Siempre es un gusto leerte, Marcels ♥
    Un gusto y un placer xD
    Un beso :*

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  2. mmm... más que el cuento, me gustó todo el sentido que le da el título a todo lo que viene debajo.

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  3. esto está buenísimo.

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  4. Gracias por pasarte por mi blog :)
    por otro lado dejáme felicitarte as hecho de este espacio un blog muy ameno.. cuidate mucho!

    excelente entrada!

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