No hay para qué explicarlo. Había algo en mis brazos que antes no había sostenido. Había un mundo fuera de todo el mundo conocido que era igual, y distinto.
Habían pasos que anunciaban secretos.
Habían ecos en las risas.
Habían contradicciones en las miradas y profundidad en todo lo simple.
Había una multitud insignificante rodeándonos, que veía todo sin entender nada.
Un ayer entero donde caminamos ... y construimos.
Habían pasos que anunciaban secretos.
Habían ecos en las risas.
Habían contradicciones en las miradas y profundidad en todo lo simple.
Había una multitud insignificante rodeándonos, que veía todo sin entender nada.
Un ayer entero donde caminamos ... y construimos.
Quería entregarte el invierno, los rincones del tiempo, la flor que brotaba siguiendo los gestos de nuestras manos. Y así, con esa misma energía, necesitaba imperiosamente oírte y saber que reconocería tu voz antes que cualquier otra.
Quería (y acaso me suena a quiero todavía) ver otro cielo emerger de tus ojos. Contemplar ese sol poniéndose una, dos, indescifrables tardes.
Apartar los miedos... Y borrar los reflejos y espejismos.
Quería conservar todas las fotos que olvidé tomarte. Extender un minuto en una hora y así lograr sostenerte, aunque fuese mentira. Aunque no hubiese respuesta alguna que llenara los abismos.
Quería que, pasara lo que pasara, siguieras allí . . . aunque no fuera conmigo.
Una pregunta (de puro curiosa)
ResponderBorrar¿por qué pajaritos?